Momentos de gloria
Uno de los problemas medulares del invento de Hollerith era la forma de almacenar la información. La propuesta de Billings de usar tarjetas perforadas parecía muy prometedora, pero Hollerith no estaba completamente seguro de cómo llevarla a la práctica. De hecho, inicialmente había pensado usar en su lugar largas tiras de papel, pero abandonó la idea por considerarla demasiado engorrosa. Un viaje de ferrocarril en 1883 le proporcionó, de manera inesperada, la solución a su problema. Su boleto de ferrocarril contenía, en una serie de perforaciones un "retrato" suyo ideado para evitar que los pasajeros de distancias cortas aprovecharan las tarifas ofrecidas a los pasajeros de trayectos largos. Al comprar el boleto, el conductor perforaba una determinada descripción del pasajero: si tenía cabello claro u oscuro, ojos claros u oscuros, nariz pequeña o grande, etc. Observando el borde del boleto los demás empleados ferroviarios podían determinar si su poseedor era en realidad la persona que lo había comprado o no. Eso dio la idea genial a Hollerith de adoptar un sistema similar para codificar información sobre cada individuo mediante perforaciones, y luego procesarla usando un clasificador basado en el telar de Joseph Marie Jacquard, usado en la industria textil.
Su primera oportunidad de demostrar su sistema se produjo en el Departamento de Salud de Baltimore, a quienes les organizó sus caóticos archivos médicos. Su máquina probó ser todo un éxito, y en poco tiempo registró un buen número de patentes más, cubriendo la perforadora de tarjetas y una ordenadora que permitía clasificar la información en base a algún atributo en particular. Nueva Jersey vino después de Baltimore, y la Oficina del Cirujano General del Departamento de Guerra contrató su sistema en 1888. Durante la primavera de 1889, Hollerith exhibió su equipo en Berlín y París, y en julio lo instaló en el Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York. Como parte de su racha de buena suerte, Robert P. Porter fue nombrado superintendente del nuevo censo de los Estados Unidos. Porter era amigo de Hollerith y un defensor entusiasta del equipo de éste. No debe sorprendernos entonces que lo primero que hizo Porter en su nuevo empleo fue nombrar una comisión de 3 expertos en estadística para que evaluaran equipo que pudiera mejorar el procesamiento de la información del censo. El comité encabezado por el muy respetado Dr. Billings (así es, se trata del mismo que le sugirió la idea de la máquina a Hollerith) se limitó a examinar el sistema de Hollerith y 2 más, resultando fácilmente triunfador el del primero. La Oficina del Censo ordenó 56 máquinas a Hollerith, a un costo de $1,000 dólares anuales cada una (de renta). El censo de 1890 fue un éxito en todos los sentidos, y Hollerith se volvió famoso en muy poco tiempo. El Instituto Franklin en Filadelfia le otorgó la medalla Elliot Cresson por revolucionar la estadística, y la Universidad de Columbia le otorgó un doctorado Honoris Causa por sus contribuciones al procesamiento de información, aceptando como su disertación un artículo sobre su máquina publicado en 1889. Como todas sus máquinas estaban amparadas bajo patentes suyas, Hollerith aprovechó su monopolio para cobrarle al gobierno 65 centavos por cada 1000 tarjetas procesadas. Aunque cada persona tenía su tarjeta individual, sólo se requirieron 2 años para procesar toda la información, y tras anunciar que la población de Estados Unidos era de 56 millones de habitantes, presentó la factura al gobierno. A fines de 1890, Austria hizo un pedido de máquinas para su propio censo; al año siguiente Canadá pidió 5, y luego Italia hizo lo mismo. Las máquinas de Hollerith también alentaron a Rusia a realizar su primer censo, y pronto adquirió fama de ser el primer ingeniero estadístico del mundo.
Su vida personal también sufrió cambios, pues durante este período de esplendor, Hollerith conoció a Lucía Talcott, se enamoró de ella y pronto la pidió en matrimonio. La boda fue, sin embargo, pospuesta por 2 años, debido a la inseguridad financiera de Hollerith, pero cuando finalmente ganó el contrato del censo en 1890, decidió llevarla a cabo. Cabe mencionar que Hollerith estableció una estrecha amistad con la madre de Lucía, y que su correspondencia con ella ha sido una de las fuentes más importantes de información utilizada por sus biógrafos.